Domingo de Ramos (10/04/2022)

Gaspar Muñiz Álvarez

¿Ramos de laurel, de olivo o palmas?

En unos días celebraremos el «Domingo de Ramos en la Pasión del Señor». Es una fiesta muy popular que reúne a niños y mayores en la bendición y procesión de los ramos. Pero ¿a qué ramos se refiere?

No se trata de ramos de flores como los que se regala a una madre. Ese tipo de ramo tiene un significado de amor, de cariño, y los ramos que se bendicen el domingo son ramos de victoria, que es otra cosa bien diferente.

La fiesta nació en Jerusalén, y así lo cuenta Egeria, una monja viajera del norte de España que fue a Tierra Santa hace mil setecientos años, y cuenta cómo al atardecer del domingo, el obispo junto con niños y mayores convocaba una procesión para recordar la entrada de Jesús en Jerusalén. Muy pronto (en torno al siglo V) llegó a España, y de aquí pasó a toda Europa.

Los ramos que se utilizan son de palma, de laurel o de olivo porque todas estas plantas significan triunfo y victoria. Del laurel o del olivo no es difícil darse cuenta si se recuerda por ejemplo, los divertidos comics de Astérix y Obélix, donde el césar siempre aparecía coronado con esas ramas. Las palmas vienen de la tradición hebrea, pues cuando vencían en una batalla, portaba una rama de palmera como testimonio de su éxito.

Nosotros no queremos hacer en la bendición y procesión una especie de representación teatral de aquella entrada de Jesús. La liturgia de este día quiere darnos la oportunidad de «hacer nuestro», con nuestras voces y nuestros ramos, el canto de aquellos niños que veían a Jesús como un verdadero rey. Si crees que Jesús es el rey de nuestras vidas, ¡coge tu ramo y ven!

Los reyes de Jerusalén (como David y Salomón) eran aquellos que cuidaban de los más necesitados, los que hacían justicia e iban por delante a las duras y a las maduras, y ese es el estilo de Jesús: cura, defiende y acompaña a los que creen en Él. Una vez resucitado ya no se preocupa solo de aquellos enfermos y desvalidos de los que habla el evangelio. Una vez resucitado ya no muere más, la muerte no tiene dominio sobre él y puede así ayudar a todo el que desee cobijarse en su reinado.

Hoy es el día de dar gracias por saber que está a nuestro lado. Hoy es el día de gritarle que nos ayude si nos sentimos aplastados por la depresión, la enfermedad, el miedo o la angustia. Es el día de decir con todo el corazón: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Hosanna en el Cielo! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! 

Miércoles de ceniza (02/03/2022)

Gaspar Muñiz Álvarez

Volvamos al Edén

El miércoles de ceniza es una de esas celebraciones anuales que marcan no sólo la vida de la Iglesia, sino la de la sociedad entera, pues de ella depende la fecha del carnaval.

La reunión litúrgica de hoy tiene dos partes bien diferenciadas: la misa propiamente dicha y la bendición e imposición de las cenizas. Pero ¿qué son estas cenizas y qué significa este gesto?

Las cenizas se fabrican a partir de los Ramos bendecidos en la Pascua anterior, (aunque valen de otra realidad siempre que sea natural). Esta particularidad viene ya a ponernos ante dos realidades: que un cristiano no puede vivir de las rentas del pasado y que todo esto que estamos a punto de iniciar sólo tiene sentido si se mira hacia la Pascua.

La cuaresma en cierta medida se entiende como un pararse durante el año y pensar en la realidad más profunda: que estamos hechos para el Paraíso. Que Dios nos hizo para vivir con Él eternamente en ese Paraíso del que amasó cenizas e hizo surgir a nuestro padre Adán. Cuando el celebrante decide usar la fórmula «Recuerda que polvo eres y al polvo has de volver» (tomado de Génesis 3,19) quiere decirnos que nuestra naturaleza paradisiaca ha de volver algún día al lugar donde Dios se pasea con el hombre. Pero este camino que todos los mortales recorremos no siempre tiene el mismo destino. El cristiano debe luchar por volver a encontrar el camino que le lleve a ese Paraíso para el cual Dios le creo. Ese es el sentido de la otra fórmula que el celebrante puede usar: «Conviértete y cree en el Evangelio», ya que convertirse no es otra cosa que mirar de dónde venimos y buscar el a dónde vamos; rehacer algunos tramos del camino andado para volver a la vía que nos lleva a Dios.

La segunda oración de bendición (esto va para los presbíteros que puedan leer estas sencillas anotaciones) es la más apropiada a la teología de la vuelta al Paraíso, pues pide que en las prácticas de esta cuaresma que se inicia podamos emprender una nueva vida, que nos haga transparentar a Cristo resucitado, al Cristo glorioso que ha retornado al Edén que no tiene fin.

Los medios tradicionales que propone la Iglesia son el ayuno, la oración y la limosna. Cada uno debe estos primeros días de cuaresma ver en qué puede/debe crecer más. Desde aquí propondremos una oración para cada semana, basada en la Palabra de Dios y la Liturgia de las Horas, pensada para que los cristianos de hoy, que no tienen demasiado tiempo puedan arañar unos minutos al reloj al empezar o al acabar el día. Y alguna otra reflexión que ayude a comprender mejor los textos de este tiempo tan singular, puestos los ojos en las próximas fiestas pascuales. Serán las primeras pascuas en dos años libres de pandemia. El esfuerzo por celebrar con alegría desbordante la Gran Semana será directamente proporcional al entusiasmo que pongamos para prepararnos y prepararla. Desde aquí intentaremos ayudaros con la oración. Desde otros ámbitos de la parroquia os propondrán más medios. No dejes pasar la oportunidad de volver a ser feliz. Eso es lo que Dios quiere para ti. Y la cuaresma nos invita a ello: a quitar cuanto hay de malo para volver a esa tierra donde Dios nos espera con los brazos abiertos.

Domingo de la Palabra (23/01/2022)

Elisenda Almirall Fuster

La palabra, compañera de vida

El Papa Francisco estableció el III domingo del Tiempo Ordinario como el Domingo de la Palabra de Dios, un día dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra y la jornada es una interesante propuesta para recordar la importancia de ésta para la vida del cristiano. A menudo, cuando hacemos la liturgia de las horas o escuchamos las lecturas de la misa, sin querer, en nuestro ajetreado día, nos distraemos y cuando volvemos a centrarnos pensamos: “bueno, ya sé de qué iba, ya he escuchado o rezado este pasaje mil veces”. Pero nada más lejos de la realidad. En cada ocasión tienen algo nuevo que decirnos y debemos ser conscientes y aprovechar la oportunidad que tenemos como discípulos: «les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras» (Lc 24, 45).

Conscientes de la fuente inagotable de las Sagradas Escrituras, el Concilio Vaticano II, a través de la Constitución dogmática Dei Verbum, puso esfuerzos para impulsar el redescubrimiento de la Palabra y remarcó la importancia para la vida de la Iglesia. Los padres conciliares situaron en su horizonte «fomentar aquel amor suave y vivo hacia la Sagrada Escritura que atestigua la venerable tradición de los ritos, tanto orientales como occidentales» (SC 24) y destacaron la Palabra como un elemento substancial para la etapa eclesial que acababa de inaugurarse. Teniendo en cuenta la nueva posición prominente de las Escrituras en la liturgia, era imprescindible revisar con celeridad los libros litúrgicos para poder incluir en las celebraciones una lectura «más abundante, más variada y más apropiada» (SC 35) y, de este modo, facilitar que en un período determinado de años el pueblo leyera las partes más significativas de la Biblia. En definitiva, estos objetivos que fueron planteados en el Concilio nos ayudan a captar como, de manera indisociable, la palabra de Dios está al servicio de la acción litúrgica y a la inversa.

Los cristianos que nos precedieron ya eran conscientes de la trascendencia de aquello que Jesús desveló y, por este motivo, no nos debe extrañar que el libro que contiene los Evangelios sea uno de los objetos litúrgicos de valor cristológico más antiguos. A nivel litúrgico, el Evangeliario deviene, pues, presencia de Cristo que habla hoy a su pueblo reunido y es por esto que pasa a ser una realidad de veneración para la asamblea litúrgica (si el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, también el Verbo se hizo libro para estar entre nosotros).

Son tantos los significados que los creyentes perciben del Evangeliario que debemos mirar en conjunto todos los aspectos que deja traslucir. Si no ampliamos la perspectiva, correremos el riesgo de quedarnos con una visión limitada ya que su fuerza simbólica sólo emerge cuando el Libro viene utilizado en el dinamismo de la liturgia. Las celebraciones de la Iglesia ponen en escena signos, movimientos, gestos, palabras, cantos, colores, luces, perfumes… y hace que interactúen todos los elementos creando un perfecto acorde capaz de manifestar la presencia de Jesús a través de la mediación del Libro. Enseñarlo, abrirlo y leerlo en asamblea son gestos que ritualizan una y otra vez, sin descanso, la alianza, uniendo de nuevo Dios y el pueblo.

Finalizamos este pequeño escrito con una curiosidad que nos puede ayudar a destacar un vínculo que a veces nos pasa desapercibido. En el rito hispano-mozárabe (que tiene su origen en el s. V), los pasajes que se leen en la celebración eucarística están contenidos en el Liber Commicus, que traducido quiere decir «libro compañero». Así pues, sólo depende de cada uno de nosotros hacer que la Palabra sea nuestra compañera de vida.

Curiosidades litúrgicas (6/01/2022)

Gaspar Muñiz Álvarez

“Y al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría”

El evangelio de Mateo, cuando narra el relato de los Magos, concede una especial importancia a la estrella que los guiaba. De hecho, la liturgia de la Iglesia en la oración primera que el celebrante recita en la misa (oración colecta) no habla de los Magos sino de la estrella.

Oh, Dios, que revelaste en este día tu Unigénito a los pueblos gentiles por medio de una estrella, concédenos con bondad, a los que ya te conocemos por la fe, poder contemplar la hermosura infinita de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.

El texto evangélico dice que el astro no sólo indicaba el momento en el que había nacido el Niño, sino que marcaba también el lugar donde se encontraba.

Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:

– «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo. » Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron:

– «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: «Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel.»

Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:

– «ld y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.»

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

Así, la estrella comenzó a ser en la constelación simbólica cristiana el signo indeleble de la presencia divina: donde estaba Dios, ahí estaba la estrella; donde está la estrella, está Dios. Esta es la función de las lámparas que están junto a los sagrarios, centelleando como aquella estrella de Belén, indicando dónde se encuentra el Señor.

Pero, a manera de curiosidad, en la liturgia se quedaron también representaciones directas de esta estrella. Lo usan especialmente los cristianos orientales, que la llaman en griego “asterisco”. El Papa, en cuanto que es Patriarca también usa el asterisco, pero sólo cuando celebra al aire libre. Y también en Portugal, desde la Edad Moderna algunos de sus obispos podían usarlo. Pero, así como nuestros hermanos han mantenido la forma de estrella, nosotros con el paso del tiempo hemos ido dejando caer los rayos de la estrella hasta que se quedase una cruz.

Al poner este aparato encima del Pan consagrado, el ministro dice: «Y al llegar donde el Niño, la Estrella se detuvo en lo alto»

Asterisco ortodoxo, con la estrella colgando sobre el Pan Eucarístico una vez consagrado.

Asterisco romano con forma de estrella, para colocar obre la patena

Asterisco romano con los brazos en forma de cruz

Al igual que los ortodoxos colocan el asterisco sobre la patena una vez que se consagran el pan y el vino, los latinos hemos optado por colocarla encima de los copones, los vasos donde conservamos las Especies santas después de la comunión. Y también se puede ver esa evolución en la que se pasa de la estrella a la cruz.

En el sagrario de nuestra parroquia podemos apreciar la estrella

Más allá de la curiosidad, sí que debiéramos estos días pensar en ese doble significado de la estrella que corona nuestros copones, que orlan sus patenas o las lámparas que tintinean junto a los sagrarios. Es cierto que son signo de una presencia. Pero no podemos conformarnos con “saber” que Jesús está ahí. Los Magos no se conformaron con “saber” dónde estaba el Niño. Por eso, en estos días que nos preparan a la fiesta de la Epifanía, tomemos el ejemplo de los sabios de Oriente, y dejemos que, como a ellos, la estrella nos cambie la vida. Porque “al verla, se llenaron de inmensa alegría”.